Historias para contar… (A propósito de la inspiración)
Estoy seguro de que algunos de ustedes pertenece al inmenso grupo de dominicanos que alguna vez en la vida le ha tocado usar el horrible, pésimo, incómodo y burdo servicio de transporte público de Santo Domingo, ya sea porque no dispone de un medio propio, o porque se le averió lo que tiene, como hace poco fue mi caso.
Independientemente de las pésimas condiciones de servicio, el costo del pasaje, los Amet, los tapones y las calles inservibles, usar carros públicos puede llegar hasta a ser divertido. Es más económico, no tienes que lidiar con parqueos, te olvidas del estrés que provoca manejar, te topas con gente de toda clase y educación, etc.etc. Lo que más me sorprende de todo es la espontaneidad de los dominicanos a la hora de comunicarse con desconocidos en estas circunstancias.
Al principio, cuando te subes, todos guardan silencio, pero desde que alguien pone “sobre la mesa” algún tema, enseguida comienza el debate colectivo. Al que no opina se le hacen preguntas directas, cual si se tratara de una cátedra en cualquier universidad. En medio de la tertulia cada pasajero, a modo de Grupo de Autoayuda, va contando algo de su vida: Dónde trabaja, hacia dónde se dirigen, que si su jefe es una rata, el precio de los víveres, que se quieren ir del país, que si a Omega le fue bien o no en Nueva York, que si ya rescataron a los mineros en Chile… cualquier pendejá. Los dominicanos somos la gente más conversadora de este mundo. Hablamos hasta de lo que no sabemos.
Por qué nuestros “cineastas” no hacen ese ejercicio de escuchar e "inspirarse" todas esas conversaciones que se escuchan en los carros públicos, de todas leyendas urbanas de que la gente habla y sobretodo de todas esas historias particulares que cada quien tiene que contar. Muchas grandes historias del séptimo arte han nacido así.
Las ciudades, su clima, su arquitectura, sus habitantes con sus idiosincrasias, su cultura, son inagotables fuentes de inspiración para todos los artistas en sentido general. La relación de ésos y sus ciudades es vital a la hora de hacer una obra. Solo basta recordar al Nueva York de Federico García Lorca, el Manhattan de Whitman, el Buenos Aires de Jorge Luis Borges, la Lisboa de Pessoa, o el Paris de Baudelaire.
mmmm. que raro!! una persona chic y cara montandose con los plebeyos.. pense que en caso de emergencias usas TAXIS "Confortables".. jejejejeje
hey!! hay que darse su baño de pueblo. Las celebridades hacemos eso.